Hace unos días surgió un interesante debate en uno de nuestros grupos de Linkedin: ¿Las redes sociales están acabando con nuestro idioma?
Por supuesto, este no es un tema nuevo ni, desgraciadamente, baladí. Ya hace varios años que lingüistas y profesores están dando la voz de alarma.
La popularización de Internet y los avances de las Tic son las responsables de esta revolución lingüística. Hoy en día cualquier persona armada con un teléfono o una tableta puede comunicarse con una o cientos de personas pulsando una simple tecla.
Adolescentes y adultos vivimos una especie de fiebre comunicativa. Todo lo que nos pasa, todo lo que decimos, imaginamos o sentimos debe ser trasmitido rápidamente a los cientos y miles de amigos reales o virtuales.
En definitiva: habitamos en la era de la comunicación instantánea, aquí, ahora y cuanto más rápida… mejor. Y ahí radica el problema: en la rapidez.
Comenzamos a acortar las palabras para que cupiera una mayor cantidad en el limitado espacio que pagábamos por cada mensaje instantáneo (más conocido por sms). ¿Ejemplos?
X: por.
Xk: porque.
Nxe: noche.
Bss: besos.
Gns: ganas.
Km: como.
Dew: adiós.
Sk: es que.
Y así podríamos seguir páginas y páginas.
Un poco más tarde llegaron Twitter y las aplicaciones gratuitas de mensajería móvil. Por fin disponíamos de todo el espacio del mundo para escribir, pero no teníamos tiempo. Además ¿para qué molestarse en escribir todas las letras y tildes? Total, nuestros contactos ya conocían el “idioma”.
A la decapitación de nuestras propias palabras en castellano se unió, además, el avance imparable de los neologismos y los anglicismos: nació una nueva terminología. Mandar un tweet, tener 1000 followers, dar un toque… se convirtieron en nuestras frases favoritas, traspasaron fronteras, llegaron a la imparable corriente de la publicidad y, acto seguido, pasaron a formar parte de nuestras conversaciones diarias. Así, sin complejos.
En definitiva: quizás la frase “matar el castellano” sea demasiado fuerte o exagerada. Pero sí que es cierto que el lenguaje propio utilizado en los mensajes de texto y en las redes sociales está modificando nuestro idioma, promoviendo un cambio lingüístico que, como cualquier novedad, puede ser positivo o negativo. Como casi siempre, todo depende del cristal con que se mire ¿no es cierto?
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